Cuando practicas turismo rural eliges un alojamiento, quizás practiques algo de turismo en la zona o comas en algún restaurante. Pero te has parado a pensar en la huella que dejamos?
Ahora que llega el otoño y volvemos a disfrutar de los paseos por el campo, de la ropa de abrigo y de los colores y olores que lo inundan todo; queremos preguntarnos que queda de nosotros en los lugares que visitamos.
No sólo se trata de la huella de carbono, de esa que somos capaces de medir y que en nuestra mano está revertir, sino en la huella, en nuestro paso. Afectamos a nuestro entorno de muchas más formas de lo que creemos. Quizás cosas que aparentemente son tan imperceptibles como aquel señor que nos mira desde un banco sentado cuando llegamos a una casa rural, y suscita una nueva conversación, un contacto con otra realidad, en definitiva un nuevo afecto.
O cuando al llegar a un alojamiento nos dan la bienvenida con un cesto de frutos recolectados en el jardín, su huella, la nuestra, es un cuidado por todo lo que nos rodea, por que todo y todos estamos interconectados. Todo lo que hacemos nos afecta a todos. Nuestra forma de hacer las cosas, nuestras decisiones, la manera en que cuidamos nuestros tomates, la lavandería que elegimos, las personas que implicaría en nuestra actividad son importantes en cada una de las acciones que elige.
Por eso debemos ser conscientes y disfrutar de todos los detalles que hacen posible una experiencia rural. Cuidemos nuestro medio, nuestro entorno. Respetemos a nuestras gentes, a nuestros mayores y a nuestras tradiciones. Salvemos a los productores locales que siguen poniendo ese mimo en cuidar de la tierra.
Es un cuidado por rodo lo que nos rodea, todo y todos estamos interconectados.
Así que ya sabes, la próxima vez que vengas al pueblo disfrútalo con plena consciencia de todo lo que pasa a tu alrededor, porque tu también eres partícipe de lo que allí suceda y porque queremos que lo sientas tuyo. Ese es el auténtico turismoturismo rural.
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