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Hubo un tiempo en el que huimos... Atraídos por cantos de sirena, abandonamos los pueblos en busca de progreso, de trabajo, de sueños, en pro del avance decían algunos. Tiempos en los que trabajar en el campo parecía querer agarrarse a algo que ya no existía, que pronto sería un recuerdo en el corazón de muchos.
Hoy, ese mundo rural que no ha roto sus lazos con nuestro hábitat, lejos de las sirenas que hoy nos devuelven bofetadas de realidad, hoy es refugio para muchos, para muchos que hartos de la deshumanización de las ciudades anhelan volver a la raíz, al origen. Allí donde no cantan las sirenas pero te llaman por tu nombre cuando paseas por la calle, donde saben de quien eres y cuando has venido, allí donde el tiempo podría haberse detenido en cualquier momento por lo prescindible de su cuenta. Parece que nada ha cambiado desde aquel verano...
Existe un lugar lejos de las sirenas, de las estadísticas, y de los números. Un lugar donde la gente no olvida por que pasan las estaciones, donde siempre se escucha a los pájaros, donde sigue oliendo a chimenea y a pan recién hecho. Aquí sigue estando ese refugio de la naturaleza, ese pequeño rincón del mundo que es nuestro, que nos hace libres. Todo cambio es posible, solo es cuestión de esperanza.